Debemos reconocer que nuestros
movimientos y gestos no suelen ocupar un lugar preferente en nuestra atención,
y es algo normal ya que la eficacia de la motricidad humana se basa
principalmente en adquirir el mayor número de automatismos que nos permita, entre otras cosas, dirigir esa
atención a otras necesidades vitales. Gracias a la asimilación de los esquemas
motores[1]
en las primeras edades podemos gozar de una amplia y sofisticada gama de
movimientos. De hecho la riqueza motriz de un individuo depende directamente
del número de esquemas motores conseguidos en las primeras edades y también de
su capacidad a la hora de asociarlos. Es muy comprensible entonces que los
automatismos formen parte de nuestra manera de movernos y de expresarnos.
Pero en el momento que
prestamos toda nuestra atención a nuestros movimientos o gestos ocurre algo
especial: entramos en contacto con nosotr@s mism@s a un nivel más profundo, ese
prestar atención es lo que se denomina Movimiento Consciente. Es una conexión
directa con nuestra esencia, es una oportunidad de sentir cómo aterriza en
nosotr@s lo genuino de la Existencia… lo que Whitehouse (1963) relaciona a nivel corporal de la siguiente manera:
“El movimiento para ser expresado tiene
que ser encontrado en el cuerpo, no ser puesto desde afuera como un vestido o
un suéter. Existe en nosotros aquello que nos ha movido desde el origen,
aquello mismo que nos puede liberar”. (p. 53.)
Carolina Bonhome (2000)
describe esta situación de la siguiente manera: “Hay una manera de moverse que es impensada, inconsciente y dormida y
otra forma que es consciente, en la que uno se da cuenta de su propio cuerpo y
del presente. La consciencia en el movimiento es un pilar fundamental de la
meditación y de la vida espiritual”. Y además destaca una característica
muy particular y es que cuando surge la intención de ver lo que hay detrás de
nuestros movimientos éstos inevitablemente se ralentizan.
En este contexto es
fundamental tener presente en todo momento que somos CuerpoMente, una unidad integrada (Brikman, L.; 1975) con todo lo que nos rodea a través de
infinitas interconexiones que nuestros mecanismos perceptivos no pueden
reconocer. Para distintas corrientes de Expresión Corporal la conexión con el
Cuerpo Vivencial es fundamental y parte esencial en lo que esa unidad CuerpoMente, interconectada con el Todo,
nos puede ofrecer.
[1]
Conjunto de reglas que nos permiten contextualizar nuestra actividad motriz
para adaptarla a situaciones variadas (Batalla, A.; 2000).
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